INTOLERANCIA, EL ARMA INVISIBLE
Dr. Carlos Alberto Campos Almeyda
11 de septiembre de 2016
Terminé de ver por televisión la transmisión de la conmemoración en Estados Unidos de los atentados del 11 de septiembre de 2001. 2,977 personas murieron. Mientras escuchaba testimonios dolorosos de familiares de las víctimas, pensaba en el complejo trasfondo de los atentados. Sin temor a equivocarme, veo la intolerancia en la raíz: la intolerancia que aparece cuando, de reconocernos distintas dos personas física, ideológica, política, religiosamente, o de cualquier otra forma (primer peldaño), una de las dos pasa a sentir superioridad (segundo peldaño), y después a asumirse con jerarquía para condicionar o negar al otro sus derechos fundamentales, es decir, discriminar al otro (tercer peldaño).
¿Es posible evitar subir esa “escalera de 3 peldaños“ hacia la discriminación? ¿ Podemos subir el primer escalón y reconocer cualquier diferencia con el otro como oportunidad y fuente de riqueza? ¿Podemos escuchar y entender las posiciones del otro y diferir sin dejar de respetar ni cruzar su terreno para transgredir sus derechos?.
Mi reflexión hoy 11 de septiembre, se relaciona con lo que en las semanas recientes ha ocurrido en nuestro país en razón del tema del matrimonio igualitario. Mensajes van y vienen en las redes sociales, y lo que me parece más preocupante es la intolerancia, y a veces la ignorancia, con la que determinadas personas escriben (muchas personas sólo reenvían mensajes, asumo que porque creen en las ideas que en tales mensajes se promueven) sin el sustento necesario.
Siempre que escribo soy reiterativo en la importancia de que frente a la vida, y más aún frente a temas complejos, las personas deberíamos tener una visión panorámica, un pensamiento complejo, conociendo y entendiendo genuinamente las distintas visiones y perspectivas de cada tema, para poder reflexionar antes de opinar, antes de tomar postura.
El tema del matrimonio igualitario ha generado una lamentable e innecesaria polarización, y tristemente, considero que algunos sectores de los que se esperaría fueran promotores de la paz entre los seres humanos, han sido quienes han empujado a muchas personas hacia la intolerancia, hacia la guerra. Cuando veo y escucho declaraciones de una organización que se dice en defensa de la familia (lo único que para ellos significa “familia“) con pena escucho y leo que digan “que no tienen nada en contra de las personas homosexuales, pero que ellos defienden los valores, los principios y lo que los niños necesitan“. Si alguien sale a la calle para tratar de impedir que se legalice el matrimonio igualitario, es claro que está en contra de esto.
Mi opinión es que hay que evitar las banderas sobre una postura o sobre otra. Pienso que hay tres perspectivas para pensar sobre este tema, y tal vez si profundizáramos en las tres, con seriedad, sin prejuicios ni apasionamientos, cada persona podríamos tener mayor información para opinar:
1. La perspectiva científica. Detrás del rechazo al matrimonio igualitario, están las premisas de que la orientación no heterosexual es una enfermedad o un trastorno, postura suya obsolecencia fue demostrada por la ciencia hace muchas décadas. Hoy, el interés por saber el origen de la orientación no heterosexual (no digo “homosexual“ porque el espectro de la diversidad sexual es mucho más amplia) tendría que ser similar a tener interés en por qué las personas nacen con determinado color de ojos. Los y las agresores (as) sexuales, los y las pederastas, los y las que violentan a los demás, probablemente son personas con algún trastorno que la ciencia puede ubicar dentro de sus clasificaciones diagnósticas de trastornos mentales. Pero estos trastornos, o los delitos sexuales que dichas personas cometan, no están asociados a un tipo de orientación sexual específica. Probablemente, si una persona tiene esta información, pueda dejar de pensar que alguien que no es heterosexual es una persona enferma o trastornada, que por tanto no tiene los mismos derechos que otras, que no puede ni debe tener derecho a casarse, y que no es conveniente mentalmente para adoptar a un niño o niña. Muchas niñas y muchos niños, a lo largo de la historia, han sido objeto de terribles injusticias, como el espantoso lastre del maltrato (físico, sexual, psicológico, por negligencia u abandono), y no hay evidencia de que este grave problema esté relacionado con la orientación sexual de las personas que lo ejercen. Muchas niñas y muchos niños, que viven en familias de distinta estructura, son víctimas de terribles atrocidades. Esto sí debe importarnos.
2. La perspectiva religiosa. El tema del matrimonio igualitario no debería ser un tema cuya discusión se deba vincular a la religión, y los grupos religiosos, no deberían involucrarse ni utilizar a las personas como carne de cañón frente a este tema. El matrimonio igualitario es una figura cuya discusión busca tener carácter jurídico, que no incluye ningún cambio para la iglesia, porque no supone que las personas no heterosexuales puedan contraer matrimonio religioso. A quien le corresponde la definición de este tema, es al poder legislativo, que además tiene como antecedente el pronunciamiento que sobre este tema realizó la Suprema Corte.
Hace unos días leí un mensaje que en un grupo de whatsapp reenvió una persona, y que supuestamente escribió un “monseñor“ católico mexicano. Me pareció un mensaje de terrorismo puro, una invitación al odio, y además, una interpretación sobre la Biblia y sobre lo que Dios piensa. Siempre creo que lo más atrevido es decir lo que Dios piensa. ¿Quién se autoproclama su portavoz?. Me niego a creer que la religión católica, o cualquiera otra, en su raíz, plantee este tipo de interpretaciones lamentables, perversas, que siembran un lenguaje y una ideología de rechazo y odio hacia las personas. ¿no será que esto es interpretativo, que la religión católica y la Biblia lo que proclaman es el amor, la paz, la comprensión humana, la importancia de ver al otro como ser humano, en toda la extensión y profundidad de esa palabra?. Pienso que cuando un representante de cualquier iglesia promueve una ideología y usa un lenguaje mediante el que él decide quienes tienen cabida y quienes no, mediante el que su interés principal es promover la sombra del pecado, el castigo divino y la culpa, en vez de la importancia de vivir todos los días con respeto hacia sí mismo y hacia los demás, él esta opinando de forma estricta y peligrosamente personal, motivado por sus prejuicios, por su desinformación, por su soberbia. No creo que su dicho represente a la iglesia, y mucho menos a Dios. Cuando el dogma abre puertas hacia el odio, las personas debemos regresar a nuestra esencia humana, para emplear el criterio personal y decidir lo que cada uno pensamos sobre lo que significa ser humano.
3. La perspectiva de la esencia humana. Más allá lo que la ciencia o la religión digan, probablemente lo que nos conduzca hacia horizontes de armonía personal y social, sea volver al reconocimiento de lo que nuestro espíritu nos dice, a dónde nos dice que debemos caminar. Nuestra esencia humana es la que más sabe decirnos a donde ir. Nunca nos conduciría a juzgar sin comprender, nunca nos conduciría a erigirnos en los que decidamos lo que es normal o no, lo que está bien o mal, quienes pueden o deben hacer tal o cual cosa, quienes sí podrían ser buenos padres o madres y quienes no. ¿Quiénes somos y con qué derecho pretenderíamos decir quiénes pueden ser mejores?. En cambio, sí podemos pensar que las mejores personas son quienes generan el bien común, quienes ejercen y promueven el respeto sin restricciones, quienes no se prejuician respecto a nadie, y todo ello, está al margen de un estilo de vida, una orientación sexual, una ideología política o religiosa.
La discusión sobre qué tipo de familia es la mejor para un niño o una niña, no puede estar sustentada ni científicamente, ni religiosamente, ni políticamente, en la discusión sobre la orientación sexual de las personas. Desde hace siglos existen en México muchos tipos de familia, sin reconocimiento jurídico ni religioso: de hombre y mujer, de un solo hombre, de una sola mujer, de dos mujeres, de dos hombres, de tíos, de abuela, de abuelos, etc. Siempre han existido. No pensar ni hablar de ello no niega su existencia. ¿Cuál es la mejor familia? La respuesta es sencilla: aquella en la que el niño o la niña tenga amor incondicional, tenga protección siempre, tenga respeto hacia su persona, tenga alegría, tenga educación, tenga valores donde se privilegie el del respeto hacia los demás. Las familias que cuenten con ello, o que se esfuercen cada día por tener esos rasgos, son las familias que pueden criar, educar y formar hombres y mujeres de bien para la humanidad. Nadie es bueno o malo por su orientación sexual. Hay personas heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transgénero, trasvestis o transexuales, que seguramente son personas sanas y maravillosas para formar una familia, y seguramente hay otras que no. Pero eso no está determinado en la propia orientación sexual.
El tiempo, el esfuerzo y la energía empleada, el odio y la discriminación que ha sacado de sus casas en días recientes a personas a participar en marchas “en defensa de la familia“, deberían ser transformadas en acciones destinadas al bien común, y enseñarle a los niños, niñas y adolescentes, que las personas piensan y viven de manera distinta, que eso es respetable, que es un derecho, y que la diferencia no significa que alguien tenga más valor que otro. Me alarma pensar qué están haciendo muchas de las familias que marcharon y que tienen hijos o hijas no heterosexuales.
Deberíamos luchar todos los días, y hasta participar en marchas, contra el maltrato, contra la injusticia, en favor de la paz, en favor de la convivencia pacífica en las calles, marchar contra el odio, venga de quien venga, abrir los ojos para reconocer cuántas familias, tengan la estructura que tengan, están realmente sembrando lo necesario para que surjan seres humanos de bien, que puedan hacer mejor el mundo en el que vivimos. Creo que deberíamos mantener cero tolerancia contra la intolerancia, contra toda intención de violentar o restringir los derechos de otros, contra la ignorancia, contra la manipulación de grupos, contra absolutamente toda forma de violencia. Contra todo ello, sí que valdría la pena manifestarnos todos los días.
Marchar, reenviar mensajes de odio, escribir insultos en contra de otros por un tener un rasgo diferenciador, es abonar en el camino hacia la segregación, hacia la injusticia, hacia la guerra.
Por eso creo que la intolerancia es un arma invisible, peligrosa. Debemos percatarnos del momento en que sin darnos cuenta, la tomamos o alguien más la pone en nuestras manos y nos convierte en un terrorista. Ninguna postura, religiosa o de otro tipo, tendrá jamás razón humana ni ética para conducirnos a enfrentarnos, a separarnos, a decidir quiénes merecen determinados derechos o quienes no, a orillarnos a emular la ideología nazi. Y nosotros, no merecemos no darnos cuenta ni debemos permitirlo.
Por eso hoy me alarma que tras 15 años del fatídico 11S, veamos la guerra sólo como un programa de televisión. Hay guerra y miles de desplazados que hoy están muriendo de hambre en muchas partes del mundo. Desde hace 4 años hay una grave crisis humanitaria de refugiados de Siria hacia Europa. Y mientras, en 17 puntos de México, ciertos grupos promueven marchas porque, con el discurso de la defensa de sus propios derechos, buscan restringir los de otros. Algo está mal en este escenario.
La intolerancia es un arma peligrosa, letal. Yo no invito a nadie a abanderar movimientos, de ningún tipo. De hecho, pienso que lo mejor que nos podría pasar, sería abandonar las etiquetas. Nadie tendría que pelear por los derechos de los “grupos“ con tal o cual característica, porque deberíamos tener una sociedad en donde las personas sean reconocidas en su valor como personas, y nada más. Nos tendría que importar que una persona que nos atiende en un supermercado, que un ingeniero, que una maestra, que un médico, etc., tiene un valor como ser humano y que además debe ser reconocido (a) por la calidad y la pasión con que realiza su trabajo, y no valorarla o infravalorarla porque es indígena, porque es mujer, porque es hombre, porque es joven, porque es pobre, porque es homosexual, o porque se viste distinto a los demás. No es una tarea tan difícil. Es más difícil odiar.
Desde este humilde espacio de opinión, que no tiene más pretensiones que contribuir a pensar en aquello que nos aleja del odio y la discriminación, yo te invito simplemente a conocer a las personas. Conoce a personas que tienen un rasgo diferenciador que te incomoda, conócela en verdad, y entonces opina. No te bases en tus prejuicios, o peor aún en prejuicios que otros te han sembrado. Tal vez descubras con alegría que el valor de las personas es superior a cómo se visten, al color de sus ojos, a su aspecto físico, a su orientación sexual, a su posición económica, a su ideología política o religiosa. Yo invito a que nos neguemos a tomar en nuestras manos el arma de la intolerancia, y que animemos a los demás a no tomarla.
Combatamos toda acción que conduzca a la guerra. Venga de quien venga. Tenga la investidura que tenga. La amenaza de la guerra no está en los programas de televisión, no sólo es aquella narrada todos los días en los medios de comunicación. La amenaza de la guerra está en todo pensamiento, en toda acción y en toda expresión linguística de intolerancia. No tomemos esa arma. Hagamos visible su peligrosidad, y cambiémosla por otra visión, por una ideología actuante donde privilegiemos el respeto por el derecho más esencial, que es el del respeto por la dignidad humana.
Buenas noches mi nombre es Guadalupe Jimenez de Aquino y quiero mencionarle que na manera en la se refiere a la intolerancia como un arma silenciosa es algo que en verdad esta pasando en nuestra sociedad actualmente. Si la humanidad aprendiera a tenerse tolerancia todos nos respetariamos y vibiriamos en un espacio mas armonioso. El poner etiquetas en las personas eso todos lo hacemos en algún momentp de nueatra vida y como usted lo menciona es un paso para comenzar con la discriminación lo cual hay que ir eliminando de nuestra manera de ser.
ResponderEliminarBuenas noches mi nombre es Guadalupe Jimenez de Aquino y quiero mencionarle que na manera en la se refiere a la intolerancia como un arma silenciosa es algo que en verdad esta pasando en nuestra sociedad actualmente. Si la humanidad aprendiera a tenerse tolerancia todos nos respetariamos y vibiriamos en un espacio mas armonioso. El poner etiquetas en las personas eso todos lo hacemos en algún momentp de nueatra vida y como usted lo menciona es un paso para comenzar con la discriminación lo cual hay que ir eliminando de nuestra manera de ser.
ResponderEliminarCoincido con usted Guadalupe. Tenemos tanto que mejorar, que el único camino es el esfuerzo personal, para que se sume a más esfuerzos individuales, y hagamos sinergia, creemos fuerza positiva. Gracias por compartir.
EliminarCoincido con usted Guadalupe. Tenemos tanto que mejorar, que el único camino es el esfuerzo personal, para que se sume a más esfuerzos individuales, y hagamos sinergia, creemos fuerza positiva. Gracias por compartir.
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ResponderEliminarBuenas tardes, este tema es da gran controversia porque para ser una buena sociedad tolerante debemos tener una mentalidad distinta, tener una perspectiva mas amplia de lo que se ve a simple vista, y para comenzar a realizar u cambio e la sociedad se debe de empezar por lo personal, lo cual considero yo algo demasiado difícil para algunas personas que les son inculcadas distintas formas de pensar ya sea a la antigua o personas totalmente cuadradas para ser un cambio en si mismos.
ResponderEliminarGracias por compartir
EliminarExactamente un tema de gran controversia, que si nos dejamos llevar por la ciencia o la religión ocasiona aún más conflictos que nuestra sociedad ya no necesita, nos hemos cerrado a lo que la gente diga y para no ser mal visto hacemos caso. Y es cierto la enseñanza de ahora no es la misma que hace años nos inculcaron y que hoy podemos ver diferentes características en las personas que son las que importan... Yo no estoy a favor ni en contra, cada quien es libre de elegir quien quiere ser, sabiendo los conflictos que la sociedad ha creado por no saber lo que realmente vale en una persona.
ResponderEliminarGracias por compartir
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